| Sábado 25 de abril  6:45   de la mañana, estamos en el Centro  deportivo Choquenzá  listos para partir  rumbo a la vecina población Cundinamarquesa de Zipacón para una más de las  caminatas que programa CicloBR.
 
  Esta caminata tenía límite de inscripciones, por cuanto fue  un regalo de Cafam entidad que gentilmente puso a su disposición un bus y  el  equipo de  logística de las caminatas que  ellos organizan. Se inscribieron 30 personas que era el cupo asignado, pero  lamentablemente  ocho no asistieron y ni  siquiera se tomaron la molestia de avisar con antelación para ceder su cupo a  una de  las tantas personas que querían  asistir pero a las que lamentablemente tuvimos que decirles que teníamos el  cupo completo. 
 Los  asistentes  tomaron puesto en la "Guanábana"  como le  pusimos al bus  verde de Tour Star que  nos asignó Cafam y a las 7 en punto arrancamos hacia la avenida Boyacá con La  avenida la  Esperanza en donde recogimos  a tres caminantes más, Nobile,  Luis  Eduardo  Pulgarín y Alberto Otálora. La  Guanábana conducida por don Jorge tomó la calle 13 hacia el occidente.
  El  equipo de logística de Cafam se presentóasí:
                                  Guías Biólogos: Nancy Tovar y Andelfo Castañeda. Paramédico:  José David Reyes. Enfermera Nancy Joya. 
 Pasamos la entrada a Bojacá y más adelante en Cartagenita  tomamos la vía a Zipacón. Para hacer más corto el viaje el equipo de Cafam nos  entretuvo con un juego de paseos: cada uno de los participantes debía presentarse,  decir cuál es su sueño en la vida y citar un refrán agregándole a la primera  parte la frase   “por delante” ¨ y  a la segunda ”por detrás”, por ejemplo: A  quien no quiere caldo, por delante, se le dan tres tazas por detrás.  Como pueden ver, los guías también le jalan a  la recreación. Así nos divertimos y en un santiamén estuvimos en Zipacón  distante 50 kmts de Bogotá.
 
 Zipacón fue dominio de los Chibchas, quienes mantenían allí  una guarnición para espiar a los Panches, que por este lado solían invadir  frecuentemente su territorio. Se dice que el Zipa acostumbraba pasar sus horas  de meditación y de tristeza allí, por lo cual se le ha dado a la palabra  Zipacón el significado de Llanto del Zipa, aunque en el diccionario Chibcha de  Joaquín Acosta Ortegón quiere decir aliado de nuestro padre. Hoy esa población  entre otros atractivos cuenta con el museo del disco creado por don Carlos  Pinzón el famoso animador de la  TV.
 
 
  Dado que algunos no habían desayunado, se decidió efectuar  la primera parada técnica, luego continuamos el camino en bus  a las 8:55 a.m. rumbo a la  vereda El Ocaso. 
 Pasamos por las poblaciones Cachipay,   la Capilla y a las 9:38 a.m. llegamos al punto de partida de nuestra  caminata: la vereda El Ocaso, pueblito  de clima templado que otrora fue el  sitio de recreo de la gente pudiente de la Bogotá antigua, pues allí incluso  los presidentes como Olaya Herrera tenían sus casa quintas. Hoy se nota que con  la suspensión del tren y el mal estado de la carretera esa población ha decaído  considerablemente.
 
 Tan pronto nos bajamos del bus divisamos la entrada al  camino empedrado que debíamos recorrer durante varias horas. Presenciamos en  vivo y en directo la operación de herraje de un caballo y nos dirigimos unos  metros adelante para los correspondientes ejercicios de calentamiento dirigidos  por los guías de Cafam que también le jalan a los aeróbicos.
 
 Entraditos en calor y cuando el reloj marcaba las 10:00 dimos inicio  a la travesía por el camino  empedrado con cinta para vehículos, que poco a poco se fue empinando de tal  forma que en minutos ya estábamos jadeando.   
 Preguntamos a un campesino y nos  dijo que ese camino tenía casi tres kilómetros.   Nancy y Andelfo  trataban de que  hiciéramos paradas para explicarnos sobre las especies vegetales que circundan  el camino, como la palma  Boba etc. (Como  ven los  guías también le jalan a la  botánica) pero la muchachada solo quería continuar pues de antemano sabían que  la cosa era larguita.
 
 A la hora exacta de haber iniciado  se acabó el sendero o empedrado  y tomamos un camino real, que al comienzo es plano pero igualmente se va  empinando.
 
 
  Toda esa zona de Cundinamarca es famosa por la gran red de  caminos construidos a finales del siglo antepasado y que comunicaban las  poblaciones de Zipacón, La Esperanza, Cachipay, El Ocaso, Bojacá y Quipile, los  cuales sirvieron como única vía para movilizar las recuas de mulas que  transportaban el café en el naciente mercado cafetero.  Tristemente algunos tramos han sido destruidos  y reemplazados por carreteables que conducen a fincas e incluso algunos han  sido cerrados por finqueros. 
 A los pocos minutos de camino comenzamos a escuchar el inconfundible sonido  de un rio. En  efecto, pronto tuvimos a nuestra vista un hermoso puente colgante que  parece muy antiguo;
 Los caminantes hacen bromas moviéndolo para asustar a quienes  van cruzando, pero la voz de alerta de la guía hace que se suspenda la “guachafita”  por seguridad. El puente atraviesa el que  parece ser el río Apulo, hoy  ya con muy  baja corriente. Sitio ideal para el primer descanso. Algunos no pierden la  oportunidad y se descalzan para refrescar sus piececitos y tomar líquido. .Quince minutos de descanso y reanudamos la caminata con  renovado entusiasmo. Nancy nuestra guía nos habla de la Geomancia,   creencia de que los flujos energéticos  influyen sobre la vida de las personas y la importancia del contacto con el  agua para contrarrestar  los efectos de  la contaminación electromagnética causada por teléfonos celulares, televisores,  computadoras y hornos de microondas. Como ven los guías también le jalan a la  Cosmología.
 
  
 Una hora y media de caminata con descansos y  salimos del camino real a una carretera  destapada, donde aparece un mojón y   antiguo aviso que indica a quienes vienen en sentido contrario (bajada)  que allí comienza el camino real.
 
 
  Andelfo, uno de los guías, solicita una parada para explicar sobre la palma  boba que existe desde la época de los dinosaurios  pues era parte de su dieta y Nancy nos cuenta  la leyenda chibcha  sobre el maíz, planta  que Bochica trajo desde el África. Como ven los guías también  le jalan a la agricultura y a la mitología. 
 Pasamos un puente de madera y Nancy se confunde pues no  encuentra el inicio del otro tramo del camino real. Algunos continuamos por la  carretera pero ella insiste y por fin encuentra la entrada casi tapada por la  vegetación. Unos metros adelante nos reencontramos.
 
 Buscamos el siguiente trayecto de camino real, pues ha sido  cortado por la carretera. Lo detectamos y unos metros  adelante decidimos parar para el almuerzo. Llevamos  ya dos horas y treinta y cinco minutos desde la salida.
 
 Cada cual abre su morral   y consume el mecato que le prepararon en casita. Yogurt, frutas,  juguitos, emparedados, quesillos, alimentos que son consumidos en minutos por estos  hambrientos caminantes que ya empezaban a   sentir el rigor del ejercicio prolongado. Muy juiciosos,  bueno con contadas excepciones,  guardan la basura para evitar contaminar la  zona. Los guías nos explican que aún las frutas traídas de Bogotá son contaminantes para el ecosistema pues traen abonos y químicos (
                                    como ven los guías también son ecologistas).
 
 Pronto el grupo se  dispone a reanudar la caminata en pos de su destino final: Zipacón.
 
 
  
 Nancy  hace un tímido reproche  al grupo por cuanto rehúye a las paradas y los descansos prolongados, nos  habla de algunas frases de Jorge Luis Borges sobre la inutilidad de ir de prisa  (Como pueden apreciar, los guías también le jalan a la filosofía). Al final se dio cuenta que este grupo de caminantes cuenta con gente de muy buen estado físico y gran experiencia en caminatas prolongadas.
 
 
  El caminito real se estrecha y el  terreno se   empina fuertemente,  el aliento  falta y sentimos que no es fácil sostener la conversación por la respiración  acelerada. Luego de 40 minutos de camino   salimos nuevamente a la carretera. Nos encontramos con doña Ana Sylvia una habitante de la zona  quien viaja a diario horas enteras por ese camino para arriba y para abajo  vendiendo   legumbres. Por molestarla le  decimos que tenga cuidado con el lobo que se come a las abuelitas, nos responde  con gracia y picardía que si se lo encuentra se lo lleva a su casa y se lo  come. 
 Al completar 3 horas y cincuenta minutos de camino avistamos  la vía del antiguo ferrocarril, hacia la izquierda conducía a Girardot y Neiva  y hacia la derecha por,  a Zipacón y Bogotá, pero   sin tren tendremos que ir a patica.
 
 Los rieles se ven en perfecto estado, Nancy nos cuenta que no se los  han robado solo porque la aleación requiere de elevadas temperaturas para  fundirlos y por el costo del proceso. Como ven los guías también saben de metalurgia.
 
 Las traviesas en madera de la línea férrea que resistieron miles  de toneladas de peso en pasajeros y carga hoy ya parecen ceder ante el paso de  los años.
 
 
  
 Los guías nos indican que   durante un poco más de una hora transitaremos por  esta vía férrea, aunque igual podríamos tomar  la carretera destapada y de pronto llegar más rápido a nuestro destino, pero  nos perderíamos parte del atractivo de la caminata. El clima ya se está  cambiando a frío y la vegetación es diferente. La vía está rodeada durante todo  el trayecto por una especie de guaduas que se inclinan sobre la agonizante vía  férrea.
 
 Una lástima que en Colombia el tren sólo existe en la  memoria de nuestros abuelos y solo en algunos casos en la  de nuestros padres.  Muy pocos de  los  caminantes lo conocimos y nos da  nostalgia.
 
 Qué pesar que nuestro país que llegó a contar con 3.154 kilómetros  de vía férrea dejó morir el tren y hoy es uno de los pocos  en el mundo  que carece de este sistema de transporte.
 
 Descubrimos que especialmente a Pastor Gómez le trae  recuerdos encontrados, pues nos contó durante el trayecto  que vivió muchos años de su infancia en esta  zona y en vacaciones recorrió  casi todas las   poblaciones  vecinas  en tren, pues su padre trabajaba en los  Ferrocarriles Nacionales. Lamentablemente falleció en un accidente del tren  cuando este se descarriló  en la Estación  de San Javier. Los obreros trataban de  enderezar la locomotora con gatos hidráulicos,  su  padre les estaba indicando que los   estaban colocando mal y en un instante la máquina se les vino encima.
 
 Otros que pasamos del quinto piso tuvimos la oportunidad de  conocer el tren en nuestra infancia e ir desde la estación de la sabana, hoy en ruinas, hasta  poblaciones como Cachipay  a coger   naranjas a la orilla de los caminos de los árboles cargados de esa  fruta.
 
 Pronto avistamos las ruinas de la  que fue la famosa estación de Sebastopol, una  casona que al parecer solo alberga insectos y eventualmente amantes furtivos.  Curiosamente sobre uno de los muros vimos una nota escrita seguramente por una agradecida chica que parecía  aludir a Pastor Gómez: " Te amo por100pre Castor Gómez"
 
 Cuando completamos  4  horas y 20  minutos de camino y llegamos  a un sitio en donde se atraviesa una montaña y arriba, muy cerca  a nosotros,   se  aprecia la niebla. Al frente aparece la boca del túnel de Sebastopol aún  majestuoso y con su enchape en ladrillos perfectamente intacto. Siete minutos  nos toma recorrer  todo el túnel en una  total penumbra, algunos se ayudan con la luz  que emite su celular. ,eeeee
 
 3:20 de la tarde, llevamos ya 5 horas y 10 minutos de  caminata, ya vemos rostros que denotan el cansancio y las ganas de llegar  pronto al destino, por supuesto las piernas  no responden igual. Llegamos a una  bifurcación, a la izquierda un camino empedrado y a la derecha sigue la línea  del tren, Marcolino y Orlando toman la vía empedrada y el resto del grupo  continúa por  el sendero del tren. Por  ambos senderos pronto el camino se empina fuertemente  y a los 20 minutos avistamos el ansiado  destino:  la población de Zipacón.
 
 Como siempre el remate final en donde Miguel Granados saca  el último aliento y le gana el duelo al guía Andelfo . Para nuestra sorpresa  los guías le jalan también al atletismo. Nobile trata de sorprender a Anita,  pero Felipe la alerta y le gana por un sapo  (Felipe).
 
 Son las 3:37, estamos ya en el parque de Zipacón listos  para los ejercicios de estiramiento. Completamos  5 horas y  37 minutos de caminata, pasamos de  1.500 a 3.500 metros de altura casi todo el trayecto en subida disfrutando  los caminos reales que transitaron nuestros antepasados, vimos como cambiaban  los pisos térmicos y los árboles y cultivos variaban en la medida en que el  clima cambiaba, vimos naranjales, cafetales, papayos, tomate de árbol, arveja,  fresa, papa, calabaza etc. y cientos de variedades de flores.
 
 
  
 Casi seis  horas  en las que pudimos desprendernos del estrés de  la ciudad,  olvidar los problemas  cotidianos y  sentir la libertad y el aire puro de la naturaleza. Todo ello  gracias a Cafam y al grupo de guías multidisciplinarios que nos asignaron (pues como vieron le jalan a todo) . 
 Luego del almuercito y de la obligatoria parada en las delicias de  Zipacón para llevar los postres y delicioso pan de  maíz, como pararrayos nos subimos a la  “Guanábana” de don Jorge y emprendimos el viaje hacia el Centro deportivo  Choquenzá en Bogotá, a donde arribamos a las 6 de la tarde cansados pero satisfechos por la hazaña. Los ciclistas estamos preocupados pues mañana domingo tenemos una etapa durísima: la Vuelta al Norte, pero valió la pena.
 
 Reiteramos nuestros agradecimientos a Cafam y felicitamos a todos los asistentes. A  quienes no pudieron  asistir por falta de cupo les prometemos que vamos a repetir esta caminata… estén pendientes de  ese y otros espectaculares recorridos ecológicos.
 Bogotá abril 25 de 2009.Omm
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