Estuvimos en Boyacá cuna de grandes ciclistas
Día 1: la salida de Bogotá
Hoy es viernes 4 de junio de 2010, llegó el día esperado, nos preparamos para viajar a las hospitalarias tierras de Boyacá para cumplir con el ciclopaseo que se programó desde comienzos del año.
Cargamos nuestras bicicletas y maletas y emprendemos el viaje por la carretera central del norte en busca de la población de IZA que muchos de nosotros solo hemos oído nombrar en las preguntas de los crucigramas (población boyacense de tres letras). Luego de pasar el peaje el cielo se torna encapotado y hay presagio de lluvia.
Como lo esperábamos, antes de llegar a Sesquilé se suelta un leve aguacero, qué vaina, se perdió la lavadita de la bici.
Pasando Chocontá el clima ha cambiado y ya aparece el sol, incluso podemos ver en todo su esplendor y completico el arco iris. Me imagino en cada extremo las ollas plenas de monedas de oro que los duendes escondieron al final de cada extremos del arco iris, leyenda que nos contaron de niños y que luego en el colegio el maloso de Newton nos destruyó al explicar que el arco iris era una simple refracción de la luz que las gotas de agua descomponen al actuar como un prisma.
Antes de la ciudad de Tunja tomamos la nueva carretera que nos conduce directamente a Paipa y luego a Duitama, donde nuestro anfitrión Jacinto Cuta nos esperaba para guiarnos por la la Provincia de Sugamuxi, una de las 13 que conforman el Departamento de Boyacá, para encontrar la carretera de nuestro destino: IZA.
Pasamos Sogamoso y tomamos la vía a Iza, es angosta pero muy bien pavimentada, perfecta para lo que vamos a hacer, por lo cual desde ya nos imaginamos los embalajes que se van a presentar. Antes de Iza a la derecha vemos la entrada a Firavitoba, la cuna de nuestro compañero Orlando Molano. A los seis kilómetros encontramos el aviso que nos indica que estamos llegando a Iza, cuando la tarde se está extinguiendo.
Nos cuentan que el nombre de Iza proviene de la palabra Chibcha ZA que significa noche. A pesar que en 1895 el nombre de la población se cambió a Santa Isabel, pues según el diccionario castellano la palabra iza significaba concubina, sus habitantes mantuvieron el nombre tradicional.
Hace frío pero la alegría de llegar, luego de casi cuatro horas de camino, nos calienta el alma. Ingresamos por una estrecha calle rodeada de casitas blancas de adobe y teja de barro, a las cuatro cuadras vemos en una esquina el aviso del Hotel La Posada del Virrey, una antigua y bella casona que data de la colonia.
Al ingresar en busca de la recepción parece que hubiéramos cruzado la línea del tiempo, y que retrocedimos hasta la época de la colonia. El hotel es pequeñito, pero decorado completamente con antigüedades coloniales y de comienzos del siglo XX, en el primer piso nos encontramos con un jardín interior rodeado por barandas, desde donde se observa el corredor y las habitaciones del segundo piso. A la derecha una sala de recibo igualmente decorada con objetos y muebles antiguos, donde aún conservan diplomas y recuerdos del bisabuelo de Don Alvaro actual propietario. Las habitaciones tienen nombres como “el Recaudador” “ La Marquesa” y en ellas hay vestigios de un antigua mansión colonial, que hoy luce afectada por el embate del tiempo.
Nos ubicamos, acomodamos a las “niñas consentidas” que mañana nos llevarán por las carreteras y nos vamos a conocer el pueblo.
A la salida del hotel nos encontramos con un gigantesco árbol cuyo tronco parece muerto, pero que curiosamente tiene una frondosa y reverdecida copa.
Más arriba el parque principal, un hermosísimo lugar en el cual han conservado lo prados los arbustos y los árboles de cuyas ramas penden musgos o barbas. Lo rodean las tradicionales sillas de madera que invitan a las parejas y a los abuelos a sentarse a conversar y a observar el cielo estrellado de Iza.
Qué suerte para IZA pues a ninguno de sus gobernantes se les ha ocurrido la estúpida idea de eliminar los prados y encementar o embaldosinar los parques o construir escenarios talando los árboles, como lamentablemente ha sucedido en muchos parques de las poblaciones colombianas.
Caminando nos encontramos un café bar espectacular de propiedad de una pareja de jovencitos, en donde venden café, aromáticas y cerveza alemana. El muchacho resultó ser compañero de estudios de un hijo de Esther e hijo de uno de los de dueños de la cigarrería Chantoner un odontólogo practicante del ciclismo, gran amigo de Panesso y Dimián y de varios ciclistas más. Por eso dicen que el mundo es un pañuelo.
Bueno es hora de dormir, pues mañana nos toca “trabajar” sobre la bici.
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