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Bogotá, Colombia

Caminante no hay camino...



Calle 72, carrera séptima, domingo 25 de febrero, 7:30 a.m. una mañana gris acompañada de una leve llovizna, clima raro para los calurosos días que hemos venido teniendo en Bogotá.

Cuarenta y nueve personas, empleados, pensionados del BR y familiares estamos prestos para emprender una pequeña aventura: la caminata: ROSALES – ANTENAS - SAN LUIS - LA CAPILLA, una nueva ruta que nos habían recomendado mucho.

En el trayecto hasta la circunvalar, ya se siente la pendiente de las calles allí, logramos calentar las piernas. Rápidamente nuestros guías nos ayudaron a encontrar, en medio de un bosque, un serpenteante sendero de eucaliptos que se va empinando fuertemente. Pareciera que las piernas fueran adquiriendo cada vez un mayor peso, la respiración es más agitada, pero vamos preparados para coronar la cúspide

El grupo de caminantes se parte en tres, los más duchos que desde el comienzo tratan de mostrar su estado físico y se tragan la distancia a paso fuerte, los de paso intermedio que ven como se aleja inexorablemente el primer grupo y los rezagados que no llevan ningún afán pues su meta es concluir la tarea.

60 minutos más tarde, bastante más cansados y ya menos conversadores debido al esfuerzo, nos hemos elevado lo suficiente, y ya no somos parte de esa urbe que se divisa majestuosa y afectada por la polución que afortunadamente se va quedando atrás.

El sendero de piedras que se desprenden al andar y raíces que facilitan la trepada va cambiando y pronto la vegetación es diferente, más bella y más húmeda, típica de los páramos. El camino a veces se torna como un mullido colchón que nos permite acelerar el paso y nos hace sentir que flotamos. Cuando la pendiente se suaviza nos vuelve el alma al cuerpo, pues las piernas pierden ese lastre que traían.

Esos hermosos senderos producto de las pisadas de anteriores caminantes nos trajeron a la mente los versos de Antonio Machado inmortalizados por Serrat: “…Caminante son tus huellas El camino nada más; caminante no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino”

La mayoría del camino apuntando hacia arriba, nos deja ver siempre el trecho faltante de montaña y pequeñas figuras en lo alto que corresponden al grupo de avanzada. Nuestra referencia es el alto de las antenas que a veces vemos a un lado como si estuviéramos tomado un rumbo equivocado.

Llega un momento en que las piernas no son suficientes y tenemos que comprometer todo el cuerpo y el alma, pero la decisión es culminar. Pese a un amago de lluvia la visibilidad es excelente.

Cuando pensamos que hemos llegado a la cresta de la montaña de las antenas, llegamos a un punto en el cual el camino se ve obstaculizado por dos rocas. Entre las dos apenas queda un paso estrecho por el cual pareciera que no fuéramos a caber.

Pensamos que podía ser una prueba de los organizadores para medir la barriguita de los participantes en la caminata. Afortunadamente todos pasamos por el "barrigómetro", aunque algunos sufrieron un poquito com es el caso de Pastor, el Presidente del Comité de ciclismo, tal como se aprecia en la gráfica.

Cruzamos y nos encontramos ya en la cima de la montaña frente a las enormes antenas repetidoras de los operadores de telefonía celular. Han transcurrido dos horas desde la salida.

Un merecido descanso para el refrigerio y las fotos. Nos toca acudir a las chaquetas y suéteres pues el frío allí cala los huesos y pronto consume el calor que traíamos de la subida.

Pronto tenemos que reanudar el camino, un trayecto ya menos empinado. Nos topamos con unas rocas gigantes que parecen aerolitos apagados y chamuscados, con figuras que se asemejan a dinosaurios, maravilloso espectáculo que aviva la imaginación de los caminantes. Parece que fueron traídas por extraterrestres, cayeron del cielo, son fósiles de dinosaurios, son las piedras que la oposición le ha sacado a Uribe, en fin…

Ahora el trayecto es en bajada por estrechos senderos de rocas húmedas, tierra negra muy suave y raíces envejecidas. En pocos minutos, casi completando las tres horas llegamos de nuevo a la civilización, entonces se acaba la magia.

Un grupo de casi treinta caminantes tomamos una buseta que nos llevará a la carrera séptima, por la ventana les gritamos consignas a los que se habían adelantado, que obviamente no clasificaron y debieron esperar otro transporte.

Llegamos a la carrera séptima Nos sorprendemos al mirar el reloj, son apenas las 10:20 a.m.

De nuevo el ruido estridente de los carros, los apretujones de “transmilleno” y a respirar el pesado aire citadino, pero esta vez con los pulmones repletos de oxígeno, el cuerpo aunque cansado cargado de energía y la mente plena de recuerdos de un agradable paseo a un hermoso lugar que muchos no conocíamos pese a estar ubicado a tan pocos minutos de la ciudad.

Mil gracias a Alvarito Campo por sugerirnos esta ruta, al Sr. Montañez, a Alejandro y demás personas que nos sirvieron de guías.







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