
Adolfo Vinasco Medina
1936 -2005 |
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Los ciclistas que fundamos el Club en 1987 como un hobby para divertirnos un rato los domingos, habíamos adoptado rutinariamente la ruta Puente Piedra- La virgen. Como una gran hazaña algunos ya llegaban a Subachoque.
Durante varios meses estuvieron
haciendo ese “durísimo”
recorrido. Variando a veces la ruta
por El Rosal.
A los pocos meses nos enteramos de una persona en el BR de Investigaciones
Económicas, de apellido Vinasco, quien tenía mucha experiencia en ciclismo, y había manifestado su interés en vincularse al grupo. Entonces decidimos enviarle una tarjeta de invitación con una camiseta. Esa persona
cambiaría la rutina del incipiente grupo de Ciclismo.
Muy pronto Adolfo Vinasco Medina,
un señor alto, fornido y con la piel curtida por el sol, asumió
el liderazgo del grupo, brindando
en forma desinteresada sus consejos
sobre las técnicas del ciclismo.
En poco tiempo “obligó”
a los noveles ciclistas a alargar
los recorridos. Fue así como
por primera vez traspasamos el umbral
de Puente Piedra y nadie sabe como,
un domingo terminamos en el Municipio
de Pradera, a donde llegamos a consumir
la existencia de Pony Malta en la
tienda de la entrada, para mitigar
la sed luego de tan “descomunal”
esfuerzo.
Desde entonces, se acabaron los ciclopaseos
y la cosa se puso seria. Alto de Patios,
Faca, La Aguadita, El salto, La Tribuna, Cruce de Cambao,
Zipaquirá, Neusa, Tierra Negra,
Cambao, Peaje de Jalisco, Alto el Vino, La
Vara, poco a poco se convirtieron
en las nuevas rutas domingueras, las
cuales por supuesto filtraron el grupo
y quedaron quienes verdaderamente
tenían la vocación del
ciclismo recreativo. Era muy común
oír los gritos de Adolfo en
el Vino o en Tierra Negra : “Jorge
no te vas a bajar que ya llegamos”,
“ Vamos Peñita…
Adolfo comentó que conocía
mucha gente del Banco que montaba
en cicla pero que no se integraba.
Por ello se decidió convocar a los
empleados del BR que montaban en bicicleta.
Un lunes en el piso trece del edificio
principal, de manera inesperada, acudieron
a la cita más de 100 ciclistas
con los cuales se conformó
oficialmente CICLOBR.
Gracias a Adolfo el grupo inicial
no se quedó repitiendo indefinidamente
la tarea dominguera (ciclopaseo) a
Puente Piedra. Fueron muchas sus enseñanzas
pues el ofició de Profe hasta
la vinculación de Augusto Salcedo.
Aunque
CicloBR avanzó progresivamente,
con el ingreso al Club de otros ciclistas
consumados como Campuzano, Pineda,
Leal, Luque, Granados, Castillo, Herrera,
Tinjacá, Trigueros, Gálvis,
Arteaga, Cubillos, Malaver y Tellez,
entre otros fue muy importante el ingreso de Adolfo.
Adolfo fue el pionero de los "ciclosimuladores", aparatejos que le vendió a más de uno en CicloBR para los entrenamientos en casa. Durante la semana duraba horas montado en su simulador y el domingo cosechaba frutos dándole a la cabeza a muchos del grupo cuando subíamos.
Para Vinasco el Club de Ciclismo se volvió parte de su vida diaria. Así lo expresó en una entrevista en octubre de 1998 cuando CicloBR cumpló 11 años:
La última vez que nos acompañó fue en noviembre de 2004 en la población de Sutamerchán, Boyacá, para la final de la Clásica de la Amistad. Lo vimos muy animado y felíz; nos ayudó como juez en la competencia y nos acompañó en la celebración. Se tomó una que otra pola y dio unas clases magistrales de tango. Con el estuvimos en Villa de Leyva observando el bello espectáculo de las estrellas fugaces.
Luego del paseo a Sutamerchán y a Villa de Leyva, asistió a su última feria de Cali y lamentablemente en forma sorpresiva falleció el 26 de enero de 2005, luego de una corta pero penosa enfermedad. Para todos fue una sorpresa pues Adolfo irradiaba vitalidad y para nada demostraba la edad. Nos contaba que aspiraba a superar la edad de su padre quien llegó a los cien años.
Hoy ciertamente nos hacen falta los consejos
de Adolfo, sus críticas
a las clasificaciones en los nacionales,
sus shows de salsa y pasodoble y sus
discursos en las despedidas, sus clases
de tango, tanto como su particular
estilo de montar con su cabeza recostada
sobre un brazo.
Para él la bicicleta fue parte
esencial de su vida, recorrió
miles de kilómetros en carreteras
de nuestra bella Colombia y otros
miles con paisajes imaginarios en
su ciclo-simulador, aparato que descubrió
y promovió dentro del grupo
y que según el le permitía
enfrentarse a esos "monstruos".
Estamos completamente seguros que
El Maestro Vinasco nos seguirá
acompañando en las carreteras
desde donde se encuentre, pues nada
ni nadie lo hará abandonar
el deporte al que dedicó gran
parte de su vida. Sus compañeros de CicloBR lo recordamos con mucho cariño.
Un abrazo a su esposa Clarita y a sus hijos Mauricio, Andrés y Sergio, en este aniversario.
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