LAS COSAS NO ERAN DESECHABLES

 

Bogotá, marzo 23 de 2010

 

Les confieso que a veces me siento perdido, la verdad no me he podido acostumbrar a desechar cosas recién compradas y a cambiarlas por otras sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función nueva o achicarla un poco.

Recuerdo que, con mi esposa, lavábamos los pañales de los niños, los colgábamos en la cuerda, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Para los que no los conocieron, se trataba de un cuadrado o rectángulo de lino, franela o tela de algodón que se doblaba en forma rectangular y se sujetaba con un gancho o nodriza. Así crecieron mis hijos, hoy los padres se han entregado a los pañales desechables, que generan más contaminación.

A nuestra generación siempre le costó trabajo botar las cosas. Recuerdo que cargábamos pañuelo de tela en el bolsillo y guardábamos los mocos allí, luego de uno o dos días simplemente lavábamos el pañuelo y listo. Ahora hay que usar Kleenex que se tiran.

Yo no digo que todo eso era mejor. Lo que digo es que no se exactamente cuando cambió todo, la cosas ya las hacen para que no duren un carajo y por tanto se desechan.

Recuerdo que pasé mi niñez y mi adolescencia viendo TV en ese Philips que no fallaba, solo lo cambiamos cuando salió la TV a colores. Mientras mis hijos han tenido más de cuatro modelos de TV, los que quedan van a la basura pues vale más repararlos que uno nuevo.

La radiola de patas con tocadiscos y teclas de color marfil nos divirtió muchos años en las fiestas en casa. Los discos de 38 y 33 RMP se guardaban. Luego llegaron los casettes, después los CD, más recientemente, el Walkman, luego el IPOD y todo se jodió pues la música se guarda en la memoria de esos nuevos bichos, pero cuando sale el nuevo modelo fijo se nos pierden las canciones. Antes era solo ir y buscar el “long Play” en acetato y allí podíamos disfrutar con la colección de los 12 cañonazos.

Si al radio o la radiola se le dañaba un tubo, se conseguía y se cambiaba, hoy deja de sonar y llévelo al técnico “japonés” y verá que igualmente le cuesta más el arreglo que volver a comprar nuevo. Uno le cambiaba el cable a la plancha y ya quedaba lista, hoy si no calienta bótela mijo pues se le fundió “el integrado”.

Yo aún no me acostumbro a cambiar el equipo de sonido una vez por año, ni computador cada dos años, porque disque se quedó corto de Ram o con poco disco. ¿Cuántas máquinas de escribir tuvieron los abuelos?. Seguro que pasaba de mano en mano en la familia. Estábamos felices con el TV era grande grande y pesado duraba muchos años, luego se inventaron el plasma que toca cambiarlo pronto, si no estamos out.

Yo confieso que sigo guardando por ejemplo los vasos desechables y que reutilizamos algunos recipientes plásticos de comida o helado que son tan bacanos que da pesar botarlos. En mi casa los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos, pues nos da pesar tirarlos.

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida, Es más, se compraban para la vida de los que venían después. La gente heredaba relojes de pared, las vajillas y por supuesto la ropita.

Yo heredaba los pantalones de mi hermano mayor, solo era “cogerle la bota” y si a las camisas quedaban anchitas un “prensecito y a “estrenar”. A su vez mis hermanos mayores heredaron la ropita de papá y mamá, comprar nuevo no era tan fácil.

La ropa se usaba muchos años, pues las modas se demoraban en llegar. Hoy si su esposa ve un desfile en Paris, por la TV, Ud. está en graves problemas pues el sastrecito que compró ayer ya no le servirá.

Yo recuerdo que el uniforme de mi colegio no me lo cambiaban cada tres meses como ahora, no sé si es que duraban más o que lo cuidábamos y eso que teníamos solo uno. Los zapatos “Tractor” o de suela de llanta no los acababa ni el p..tas. Y de los libros del colegio qué. Antes era grave escribir sobre un texto escolar, hoy se hacen todos para escribir y tirárselos, para que Ud. compre otro cada año para cada materia. ¿Cuánto le duró a Ud. su diccionario? (seguro que aún lo tiene), cuántos le ha comprado a sus hijos?

No he completado las bodas de oro en mi matrimonio y ya hemos cambiado de nevera y lavadora varias veces. ¿Me pregunto cuántas décadas duró la nevera “Frigidaire de mis papas, que les había regalado mi abuelo?

Parece que alguien se empeña en jodernos la vida, y lo hace a propósito. Hoy todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara.

¿Qué se hizo el zapatero del kiosko de la esquina que nos “remontaba” los zapatos y los dejaba nuevecitos? . Recuerdan que si a la media le salía “galleta” (rotito en el talón) la mamá o la abuela le metían un bombillo y las zurcía. Hoy se botan, pues ni modo meterle un bombillo en forma de churrusco de esos ahorradores de hoy. Al rotico del pantalón se le hacía un buen zurcido y si el suéter o el saco se desleían en la parte del codo, eso se solucionaba pegándole unos parches que eran símbolo de elegancia.

¿Alguien volvió a oír al señor que arreglaba el “culo” de las ollas de aluminio?. O al señor del costal que gritaba: “ fraaaassscos, papeeeles boteeellaasss”. Hoy todo es plástico se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el camión que recogía la basura. Lo juro y tengo menos de 60 años. Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos, marranos o a los conejos, los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban (y no estoy hablando del siglo XVII).

No existía el plástico ni el nylon, ni las pilas o los cargadores de los celulares, con los que no sabemos qué hacer. Las llantas de los automóviles las reutilizábamos como materas o las quemábamos en la Fiesta del 8 de diciembre o de allí sacábamos los aros para apostar carreras.

Los abuelos mantenían su auto muchos años y en muchos casos solo tuvieron uno, y hasta lo heredaban a sus hijos. Hoy toca cambiar el automóvil cada 5 años como mínimo, porque si no, eres un don nadie. Así el carro que tengas esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! .

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por año, sino que, además, cambian el número, la dirección de su correo electrónico pues primero el Yahoo quedó out, luego el Hotmail, ahora lo “nice” es tener G-mail.. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre. Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir.

Reconozco que después tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de los niños, las revistas Selecciones del Reader Digest, etc. ¿Cómo quieren que hoy entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo, solo porque salió uno con cámara de más pixeles?

En casa teníamos un mueble cerca al comedor, con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los individuales, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubiertos. Y guardábamos allí de todo. Todos teníamos (o tenemos) una cajita con una colección de tornillos y tuercas, que muchas veces nos saca del apuro. A nuestros hijos ni se les ocurre guardar un tornillo y que ni nos vean hacerlo, qué oso papá, para que guardas basura?, ahí tienes el Home Center viejo!!.

Hoy los encendedores se tiran al terminar su ciclo, nosotros los recargábamos. Durante muchos años me afeité con la brochita y el jabón al que le sacábamos espumita y al final la “Old Spice de Shulton. Hoy hay que comprar “shaving Foam” y hay tener mínimo dos lociones,¿ Qué decir de las máquinas de afeitar?. Se compraba una para muchos años, solo se le cambiaba la “guillete” de la que vendían en una cajita pequeña con 5 cuchillas empacadas en papel encerado. Hoy hay que comprar los paquetes de desechables y cada semana sale un nuevo modelo que impide tener una sola máquina. Las cuchillas Gillette funcionaban mucho tiempo -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar.
Las bombillas antes duraban una eternidad, bueno digamos que por lo menos 2500 horas, hoy se funden con frecuencia.

 

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. Por ejemplo, los periódicos servían para todo: para hacer plantillas para los zapatos, o para taparnos el pechito cuando montábamos en bici. Pero sobre todo para ponerlo en el piso los días de lluvia, o cuando lo habían “viruteado y encerado” para no ensuciarlo. Además, para envolver cualquier cosa, hasta la carne, para hacer barquitos o sombreros para limpiarnos el… en fin.

Guardábamos las láminas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas y las cajas de zapatos para guardar maricaditas y fotos. Aunque no lo crean todos teníamos álbumes de fotos que de vez en cuando veíamos en familia para rememorar viejos tiempos y que también se heredaban, nunca se quedaban obsoletos, siempre estaban a la mano. Ya despareció el rollo Kodak y la foto en papel que se volvió digital. Hoy las cámaras no tienen rollo y los álbumes fueron reemplazados por los digitales, la USB o los discos duros de PC. Ahora es muy fácil que se pierdan por los cambios tecnológicos. Imagínese si Ud. dentro de 15 añós encuentra una USB cargada de fotos y quiere mostrarlas a sus nietos, en qué diablos la va a leer si para esa época nadie se acordará qué carajos era una USB.

A nada le declarábamos la muerte tan pronto pues las cosas eran reutilizables y multipropósito:
Las personas reparaban y adaptaban los objetos para darles una segunda vida, en lugar de reemplazarlos.

 

Las latas de avena Quáker, las de galletas saltines de la Rosa, las de la leche en KLIM las volvíamos materas, las de las salchichas las volvíamos teléfonos uniéndolas con una piola. Las cajitas de cartón de los huevos se convertían en depósitos de acuarelas, las primeras latas de cerveza en portalápices. Los frascos de la mermelada Fruco o California eran la salvación en casa, pues se convertían en vasos. Las tapas de los tarros se usaban para poner el arroz en bajo.

Y Ud. amigo ciclista, ¿recuerda su primera cicla?, en tubería Columbus. Cada cuánto la llevaba a mantenimiento?, ¿supo de alguien a quien se le haya partido un marco?. Cuántas veces le cambió la pacha, el sillín, el tensor, las ruedas o la cadenilla?. Hoy dígame cada cuánto le cambia el manubrio, la pacha el centro, los frenos, el descarrilador, la cadena, o los pedales?.

En fin, hoy todo es desechable, no dura o se tiene que cambiar por el modelo nuevo más pequeño. Creo que las cosas las hacen intencionalmente para que no duren mucho, así la gente compra más, los fabricantes buscan la rentabilidad a través de materiales más baratos y la moda rápida, y la falta de reparaciones accesibles, lo que fomenta el consumo constante y la acumulación de residuos.

Lo más terrible es que no sólo los electrodomésticos hoy son desechables, también el matrimonio y hasta la amistad son descartables. Los cónyuges se cambian por modelos más nuevos.

 

Inspirado en artículo “Me caí del mundo y no sé por dónde se entra”, del escritor Eduardo Galeano


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