Sábado 
                                10 de marzo de 2007, vamos en camino a Monserrate
                                y nos encontramos con una ciudad totalmente
                                militarizada,  un despliegue de fuerza policial
                                jamás 
                                visto, todo para brindarle protección
                                al  Presidente George Bush en su visita de seis
                                horas  a Bogotá. 
                                A las 7:20 a.m. Iniciamos el recorrido 
                                    de la Caminata Monserrate- Patios, muy conocido 
                                    pues lo hemos venido haciendo desde hace más 
                                    de 15 años. 
                                       
                                    Tomamos el sendero peatonal empedrado que nos 
                                    elevará 552 metros más arriba de 
                                    Bogotá, pues en la cima estaremos a 3.152 
                                    metros sobre el nivel del mar. 
                                     
                                 
                                 El 
                                  primer tramo es un plano lleno de largos peldaños 
                                  empedrados que va inclinándose paulatinamente. 
                                  Un sendero transitado habitualmente por cientos 
                                  de personas, muchos de ellos deportistas y otros 
                                  peregrinos que vienen a hacer peticiones y/o a 
                                  agradecerle al Señor Caído por favores 
                                  recibidos, como es el caso de la pareja que nos 
                                  topamos con sus pies descalzos. 
                                A los 15 minutos de ascenso se 
                                  suaviza cuando llegamos a una especie de poblado, 
                                  con casetas de venta de refrescos, guarapo y comida 
                                  a lado y lado del camino. Se escucha a todo volumen 
                                  un equipo de sonido tocando música guasca.  
                                 Luego de ese descanso, cuando 
                                  la música es ya imperceptible, empieza 
                                  la parte realmente dura, el denominado caracol, 
                                  pues para subir esos escalones a veces es necesario 
                                  empujar las piernas con las manos para que los 
                                  pies se afirmen al camino. Desde allí vemos 
                                  una hermosa panorámica de la ciudad y abajo 
                                  el inicio del camino plagado de hormiguitas que 
                                  son en realidad personas que apenas comienzan 
                                  a subir. 
                                 Cuando 
                                  es más pesada la respiración aparecen 
                                  en lo alto las torres de energía en forma 
                                  de estrella que nos indican que allí termina 
                                  la parte dura y se inicia un trayecto casi plano 
                                  que nos permite normalizar la respiración. 
                                  Pronto se aprecia la iglesia de Monserrate, pero 
                                  aún nos falta coronar 30 escalones finales 
                                  que trepamos con afán para ganarle unos 
                                  segundos al récord personal. Pronto estamos 
                                  frente al imponente Santuario de Monserrate. 
                                Hasta acá hemos recorrido en total 3.957 escaleras de piedra, que se han convertido en el deporte para otros miles de   bogotanos que diariamente se  cita para ejercitarse. 
                                 
                                Al "coronar" el grupo se reúne para “chicanear” 
                                  con el tiempo individual que hizo cada uno. Esta 
                                  vez el mejor Jorge Martínez 28 minutos 
                                  y 46 segundos, Walter 30 minutos, el profe 31 
                                  minutos, Pulgarín 38, Pacho y Márquez 
                                  50 etc. Parece que el récord vigente es 
                                  de Felipe con 28 minutos. 
                                Nos aguarda un día nublado 
                                  y una leve llovizna que por momentos intenta disuadirnos 
                                  y nos invita a regresar, pero pierde la partida 
                                  pues continuamos el camino. Atravesamos el callejón 
                                  de venteros donde se consiguen escapularios, pequeñas 
                                  guitarras de madera, pendones con rimas, velas 
                                  incienso, dulces, mazorcas, chicharrón, 
                                  morcilla, tamales, guarapo, masato y el famoso 
                                  aguardiente de palito.  
                                Luego de la infaltable foto del 
                                  grupo para el recuerdo, iniciamos la segunda parte 
                                  del recorrido a las 8:45 a.m. Debemos atravesar 
                                  tres cerros para llegar a Patios. 
                                El sendero es pedregoso y plagado 
                                  de raíces de antiguos árboles que 
                                  brotan de la tierra y que dificultan el paso. 
                                  Gigantescos y viejos eucaliptos bordean el camino. 
                                  Pronto tomamos un sendero en ascenso tapizado 
                                  de piedras; no sabemos si alguna vez fue el lecho 
                                  de un río o se trata de un camino real 
                                  de esos que construyeron los indígenas 
                                  de la región, obligados por los españoles. 
                                 
                                       Como 
                                  siempre las recuas de mulas nos obligan a salir 
                                  del camino. A bestias!! 
                                La llovizna arrecia pero igual 
                                  tenemos que continuar el camino en pleno ascenso 
                                  buscando la piedra mejor ubicada en cada paso 
                                  para evitar una caída. A los cuarenta minutos 
                                  desde la salida del santuario divisamos una torre 
                                  de energía en lo alto que nos indica que 
                                  allí nos espera ansiosa la cúspide 
                                  y el punto de encuentro.  
                                Las rocas son ahora de color blanco 
                                  calcáreo y muy deleznable por el paso continuo 
                                  de mulas y de viajeros. 
                                 10 
                                  minutos de descanso, refrigerio antes de continuar 
                                  el camino. Aprovechamos para preguntarle a Héctor 
                                  Manuel Pedraza, nuevo integrante de CicloBR, dónde 
                                  adqurió ese lujoso bastón de esquiador 
                                  que porta y nos contó que se lo obsequió 
                                  un cliente peruano cuando manejaba su taxi. Lo 
                                  molestan preguntándole si sirve para recoger 
                                  papeles.  
                                Llevamos cerca de una hora y media 
                                  desde que iniciamos la caminata frente al funicular.  
                                Como anécdota Anita nos 
                                  cuenta alarmada que cuando fue con Diana al baño 
                                  de damas en el santuario, encontraron a un tipo 
                                  desvistiéndose, le preguntamos que si pagaron 
                                  por la entrada al baño, nos responde que 
                                  cancelaron $200 pesos y entonces le hacemos caer 
                                  en cuenta de lo barato, pues tenía show 
                                  incluido. 
                                Reiniciamos nuevamente nuestro 
                                  camino. Pasamos por fincas ganaderas, una de ellas 
                                  de toros de lidia.  
                                Se nota que el camino ha cambiado 
                                  desde la primera vez que lo recorrimos, es menos 
                                  verde y más poblado, ahora lo pueden recorrer 
                                  camperos y pequeños camiones. Seguramente 
                                  algún terrateniente político querrá 
                                  pavimentarlo en un futuro. Dios quiera que nunca 
                                  lo logre. 
                                A 
                                  las 10 y 30 llegamos a la tienda, último 
                                  punto de encuentro donde siempre paramos a tomar 
                                  la pony malta al clima (helada) para acompañar 
                                  lo que queda del refrigerio en las mochilas. Ese 
                                  lugar siempre nos trae a la memoria a nuestro 
                                  buen amigo el flaco Gustavo Herrera, quien no 
                                  rebajaba la “polita” en ese sitio. 
                                Un carro Pegeout nos está 
                                  esperando a la orilla de la carretera. Era del 
                                  esposo de Diana Méndez, quien como buen 
                                  marido acudió con su hija a ver si su esposita 
                                  necesitaba ayuda, pero ella lo saludó y 
                                  prosiguió su camino al trote, mientras 
                                  al pobre le rodaba una lágrima furtiva 
                                  por la mejilla.   
                                Ya estamos a menos de 30 minutos 
                                  de la meta, continúa esa agradable llovizna 
                                  que nos ha refrescado durante gran parte del camino. 
                                  Pronto encontramos la carretera pavimentada y 
                                  salimos a la central. 
                                Al completar 4 horas y treinta 
                                  minutos de recorrido total aproximadamente, llegamos 
                                  a Patios, donde tomamos la buseta rumbo a Bogotá 
                                  finalizando con éxito esta nueva aventura 
                                  deportiva. 
                                Nos vemos en la próxima 
                                  caminata. Les agradecemos consultar la programación 
                                  del bimestre abril mayo que se publicará 
                                  próximamente en este sitio web.  
                                Monserrate 10 de marzo de 2007.   |